El hambre con las ganas de comer
Sobre la caída de un ídolo y el alcance de la mano roja
Por: Jornando
Por: Jornando
La decisión de Diego Edison Umaña de convertirse en la cabeza visible del aplazamiento del justo descenso y desaparición del equipo de la mafia, a cambio de un baladí “beneficio” económico, y de paso poniendo en riesgo el cariño que en su momento sentimos cientos, quizá miles de admiradores; convirtiéndose también en ejemplo de sujeto de principios inescrupulosos, es por demás lamentable, sino completamente desafortunado.
Diego Umaña llegó a nuestra institución cuando, en los albores de su adolescencia servía de “recoge-bolas” en los partidos profesionales del Deportivo Cali. Cumplidos sus 15 años de edad, se formó como futbolista en las canteras del Glorioso donde pasó a debutar en la profesional en el año de 1971, mostrando un jogo bonito que a la postre enamoraría la retina del exigente hincha azucarero.
Compartió terreno de juego con compañeros inolvidables para la institución como Angel María Torres, Abel Dagraca, Raúl Emilio Bernao, Pedro Antonio Zape, Mario "Tranvía" Desiderio, Miguel Loayza, Farid Perchy, Iroldo Rodríguez de Oliveira, Alberto de Jesús “El Tigre” Benítez, Nestor Leonel Scotta y Juan Ernesto "Cococho" Álvarez, gran parte de estos inolvidables en su momento asesorados por el gratamente recordado Francisco “Pancho” Villegas y con el cual obtuvieron un invicto de 21 fechas y 14 victorias en línea.
Dentro de las gestas que realizó con el Glorioso en sus largos nueve años de jugador profesional con el Club, estuvo la goleada que el Cali le propinó al (en ese entonces sí) Atlético Nacional por un marcador de 6 – 2 con la excelente colaboración de Iroldo Rodríguez de Oliveira (otro jugador de gratas recordaciones para la memoria del hincha); campeón en 1974 del torneo doméstico; subcampeón con la Selección Colombia en 1975 y subcampeón de la Copa Libertadores de América en 1978.
Jugó en el equipo hasta el año de 1980 dejando, hasta ese entonces, gratas impresiones y los mejores recuerdos en el Club que lo formó, partiendo para el atlético Bucaramanga, no sin antes recordarle a su fiel hinchada que “prefería vender su alma al diablo, antes de jugar en el América”. Cumplió su promesa de jamás jugar en el equipo de la mafia, pero a la postre, terminó vendiendo su alma al diablo.
Umaña mancilló sus principios llegando a un remedo de equipo que jamás pudo jugar al fútbol de la mano de sus “ídolos de barro”, equipo que por el contrario, tuvo que humillarse ante su propia hinchada, valiéndose de los servicios de dos ídolos del Cali, formados en sus propias huestes, Milton y Diego Edison, quienes a la postre se convirtieran en el salvavidas de la inminente desaparición del “juguete de Miguel”.
Fuimos muchos los que nos sentimos ofendidos con la decisión del “Profe Umaña”, pero al tiempo empezamos a comprender que Diego, ya había mostrado indicios de extraños desórdenes emocionales, ampliamente demostrados mientras dirigía otros equipos como el Quindio, producto quizá de su amarga impotencia al no poder volver a ser parte de equipo de trabajo del Deportivo Cali. Impotencia que a la postre se convertiría en la mayor motivación que tenía para demostrar que tenía argumentos de “buen técnico”, así tuviera que demostrarlos haciendo pactos con el diablo.
Pero la impotencia de Umaña y la bajeza de sus instintos estaban lejos de ser mostradas en todo su potencial. A pesar de ser protagonista de constantes desmanes y escándalos, que lo llevaran a alejarse del gramado de las canchas de fútbol por consecutivas sanciones, Diego todavía tenía algo reservado para mostrar que su condición se encontraba más cerca de nuestros “parientes lejanos” que de nuestra propia calidad humana.
El pasado sábado, en el marco de un encuentro poco trascendental para el Deportivo Cali, pero de mucho valor para el “rival de patio” y su técnico, ocurrieron lamentables pero nada asombrosos incidentes propiciados por parte de un mal llamado sector de la hinchada de los diablos. Los hechos han sido ampliamente discutidos y en realidad no vale la pena hacer eco de ellos en este espacio, pues ya para nadie es un secreto los alcances de estos delincuentes. Pero lo que si no se puede pasar por alto es lo que en principio pasó de ser un hecho desafortunado a completamente aberrante.
La actitud del Diego Edison Umaña, que flaco favor le hizo a la “euforia” criminal desatada por los vándalos de la hinchada de los rojos, merece no solamente el desprecio y repudio de los hinchas del Deportivo Cali, sino de cualquier persona que se precie de seguir este deporte, así como las más severas sanciones de los entes de control y reguladores de las normas, encargados de promover el buen desarrollo del ejercicio profesional del fútbol. No como las que finalmente recibió, que no dejaron de ser más que un par de palmaditas en la espalda.
Diego no pudo en la cancha y mostró lo peor de su impotencia al agredir a aquél que con inteligencia y sabiduría derrumbó el mito que estaban creando los medios alrededor del juguete que él dirige.
Desde el corazón de una selecta hinchada del fútbol, pero sobre todo del Deportivo Cali, institución a la que le debe todo Sr. Umaña, le decimos que de ídolo pasó a indeseable y a oscuro ejemplo del alcance del poder de la corrupción. Y a cerrar por completo aquellas puertas que usted desde adentro dejó abiertas.
Temas
1. ¿Qué debe hacer el Deportivo Cali como institución para que no se repita con otras figuras lo sucedido con Diego Umaña?
2. ¿Dónde está el punto de quiebre entre Umaña el ídolo y Umaña el traidor?
3. ¿Qué tendría que hacer Diego Umaña para ganarse el perdón de la hinchada verdiblanca?¿Lo merece?
Jornando
PS: El comportamiento de algunos socios del blog en los últimos días es lamentable. Algunos ya fueron sancionados, de otros se esperan cambios drásticos en su actitud. El espacio debe preservarse y deben sentirlo como propio, los insultos no caben en la CAF. Cualquier agresión u ofensa o respuesta en los mismos términos a otro socio del blog, sea quien sea, será causal de una suspensión indefinida, así nos quedemos sólo 4 ó 5 al final. Obelisco.
Etiquetas: delincuencia, deportivo cali, diego umaña, editorial
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