Autoayuda
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La Junta Directiva inició un proceso en junio de 2006 con el técnico Omar Labruna. El gaucho provenía del Olímpo de Bahía Blanca de la segunda división argentina. La concepción original es excelente: traer nueva sangre al fútbol colombiano, con una mentalidad ganadora y un proceso serio a largo plazo. La Junta ha dado lo mejor para poder consolidar su apuesta, en términos de nombres, organización y coherencia. La hinchada no ha dado lo mejor por la desconfianza que ha generado el equipo en los últimos años pero ha acompañado más que en otras ocasiones. Labruna ha tenido toda la ayuda posible para que triunfe, ya no queda sino que se ayude solito.
Se necesita un cambio con el inicio de un proceso futbolístico. Para esto, lo primero que tiene que hacer el ex-River es sentarse a hablar con el manager Abel Dagraca y coordinar a qué juega él y como conjuga eso con las inferiores del Glorioso.
El siguiente paso está íntimamente relacionado con el primero, e inclusive podría ser el primer paso. Labruna debe definir un estilo de juego. La filosofía la tiene, el estilo no. En el fútbol mundial, los técnicos ganadores siempre juegan a lo mismo, no cambian mucho su forma de alinear un equipo. El mundo del fútbol sabe a la perfección a qué juegan Van Gaal, Capello, Ferguson, Mourinho. El hincha azucarero desconoce a qué juega su técnico.
El segundo semestre de 2006, Labruna estaba recién desempacado y le tocó jugar con un equipo montado y unos refuerzos que no eran aptos para el profesionalismo colombiano. Labruna enfrentó el campeonato con lo que tenía e hizo lo que pudo. En el primer semestre de 2007 la Junta le armó un equipazo y la premisa era presionar, correr y atacar todo el tiempo, generalmente con una línea de tres en la zaga defensiva. La mayoría de veces le funcionó, pero en los segundos tiempos tenía que replantear y formar una línea de 4. Contra Nacional, en Medellín, su mejor partido, le apostó a un solo delantero. Al final del campeonato algunas veces esperaba, otras veces salía a atacar. En el segundo semestre de 2007, cambia indistintamente de 3 a 4 defensas, juega con uno o dos enganches, y ya no presiona tanto como antes. La pretemporada se hizo con tres defensas, pero el equipo se armó para jugar un 4-4-2. La línea suplente deja esa conclusión.
Labruna debe casarse con lo que le funciona, y no cambiarlo cada 8 días. Ningún técnico del mundo cambia todo de un fin de semana para otro. Eso genera inestabilidad e inseguridad en una zaga. Sería comprensible que cambiara si hay algún expulsado o lesionado y la figura no se pudiera sostener, pero este no es el caso. Dentro del plantel, se vuelve motivo para desconfiar del técnico. Por ahí empiezan los sindicatos.
Algunos socios se molestan porque dicen que Labruna no sabe. El problema no pasa por el conocimiento que pueda tener el técnico. El asunto es si puede o no puede alcanzar su meta. Hasta el momento no ha podido formar una alineación estándar donde no se dependa de las individualidades y cualquier sustituto entre sin causar caos para el resto de sus compañeros.
Otros socios dicen que los jugadores no están comprometidos con el equipo y no sudan la camiseta. Este es un problema crónico del Cali y la Junta ha hecho todo lo posible por purgar al equipo de las ovejas negras. No es de un técnico con liderazgo que cada 6 meses los jugadores le monten sindicato - así nuestro amigo el Implacable de la Florida diga que en el Real Madrid pasa igual. El responsable del grupo tiene todas las garantías posibles para hacerse respetar. Si cada 6 meses sucede esto, algo más está pasando.
Con la hinchada, el asunto es a otro precio. La mentalidad del hincha del Cali exige valentía y fútbol arte. Pero exige algo más, regularidad. Con el Cali nunca se sabe, puede jugar bien un partido, luego otro mal, otro regular, luego otro mal pero gana, con un esquema, con el otro, pierde con los chicos, luego le gana a los grandes, en fin. En el primer semestre algo de esto se logró con el invicto de local. La hinchada acompañó y esperaba un progreso en el proceso este semestre. Por el contrario, hubo un retroceso marcado, aunque la nómina es muy parecida a la del torneo pasado. Si Labruna no juega bien, la hinchada no lo va a respaldar. Hasta los del apoyo incondicional están perdiendo la credibilidad en la capacidad del técnico.
En conclusión, para que Labruna tenga éxito, que defina su forma de jugar, que coordine ese estilo con lo que juegan las inferiores y que no se vuelva una lotería la ida al Pascual.
Temas
1. ¿Cuál es el estilo de juego de Labruna?
2. ¿Cuál es el estilo de juego de las inferiores del Cali?
3. ¿Qué más podrá necesitar el técnico para salir adelante?
Obelisco
Se necesita un cambio con el inicio de un proceso futbolístico. Para esto, lo primero que tiene que hacer el ex-River es sentarse a hablar con el manager Abel Dagraca y coordinar a qué juega él y como conjuga eso con las inferiores del Glorioso.
El siguiente paso está íntimamente relacionado con el primero, e inclusive podría ser el primer paso. Labruna debe definir un estilo de juego. La filosofía la tiene, el estilo no. En el fútbol mundial, los técnicos ganadores siempre juegan a lo mismo, no cambian mucho su forma de alinear un equipo. El mundo del fútbol sabe a la perfección a qué juegan Van Gaal, Capello, Ferguson, Mourinho. El hincha azucarero desconoce a qué juega su técnico.
El segundo semestre de 2006, Labruna estaba recién desempacado y le tocó jugar con un equipo montado y unos refuerzos que no eran aptos para el profesionalismo colombiano. Labruna enfrentó el campeonato con lo que tenía e hizo lo que pudo. En el primer semestre de 2007 la Junta le armó un equipazo y la premisa era presionar, correr y atacar todo el tiempo, generalmente con una línea de tres en la zaga defensiva. La mayoría de veces le funcionó, pero en los segundos tiempos tenía que replantear y formar una línea de 4. Contra Nacional, en Medellín, su mejor partido, le apostó a un solo delantero. Al final del campeonato algunas veces esperaba, otras veces salía a atacar. En el segundo semestre de 2007, cambia indistintamente de 3 a 4 defensas, juega con uno o dos enganches, y ya no presiona tanto como antes. La pretemporada se hizo con tres defensas, pero el equipo se armó para jugar un 4-4-2. La línea suplente deja esa conclusión.
Labruna debe casarse con lo que le funciona, y no cambiarlo cada 8 días. Ningún técnico del mundo cambia todo de un fin de semana para otro. Eso genera inestabilidad e inseguridad en una zaga. Sería comprensible que cambiara si hay algún expulsado o lesionado y la figura no se pudiera sostener, pero este no es el caso. Dentro del plantel, se vuelve motivo para desconfiar del técnico. Por ahí empiezan los sindicatos.
Algunos socios se molestan porque dicen que Labruna no sabe. El problema no pasa por el conocimiento que pueda tener el técnico. El asunto es si puede o no puede alcanzar su meta. Hasta el momento no ha podido formar una alineación estándar donde no se dependa de las individualidades y cualquier sustituto entre sin causar caos para el resto de sus compañeros.
Otros socios dicen que los jugadores no están comprometidos con el equipo y no sudan la camiseta. Este es un problema crónico del Cali y la Junta ha hecho todo lo posible por purgar al equipo de las ovejas negras. No es de un técnico con liderazgo que cada 6 meses los jugadores le monten sindicato - así nuestro amigo el Implacable de la Florida diga que en el Real Madrid pasa igual. El responsable del grupo tiene todas las garantías posibles para hacerse respetar. Si cada 6 meses sucede esto, algo más está pasando.
Con la hinchada, el asunto es a otro precio. La mentalidad del hincha del Cali exige valentía y fútbol arte. Pero exige algo más, regularidad. Con el Cali nunca se sabe, puede jugar bien un partido, luego otro mal, otro regular, luego otro mal pero gana, con un esquema, con el otro, pierde con los chicos, luego le gana a los grandes, en fin. En el primer semestre algo de esto se logró con el invicto de local. La hinchada acompañó y esperaba un progreso en el proceso este semestre. Por el contrario, hubo un retroceso marcado, aunque la nómina es muy parecida a la del torneo pasado. Si Labruna no juega bien, la hinchada no lo va a respaldar. Hasta los del apoyo incondicional están perdiendo la credibilidad en la capacidad del técnico.
En conclusión, para que Labruna tenga éxito, que defina su forma de jugar, que coordine ese estilo con lo que juegan las inferiores y que no se vuelva una lotería la ida al Pascual.
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1. ¿Cuál es el estilo de juego de Labruna?
2. ¿Cuál es el estilo de juego de las inferiores del Cali?
3. ¿Qué más podrá necesitar el técnico para salir adelante?
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Etiquetas: deportivo cali, editorial, omar labruna
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