CUANDO LO NORMAL ES EXTRAORDINARIO
por Aredes
En tan solo seis juegos el DeporCali 2007 nos ha llevado del infierno al cielo, de la vergonzosa eliminación a la cima de la tabla, ha escalado de nuevo al puesto que le pertenece por su condición de equipo modelo del fútbol colombiano.
Detrás del excelente desempeño deportivo que cada fin de semana nos hace añorar el siguiente encuentro, del impresionante despliegue físico de la bien aceitada máquina verde del profesor Olarriaga y detrás de los atrevidos planteamientos tácticos con que Labruna nos viene deleitando semana tras semana, casi ya inadvertidas y olvidadas están una seguidilla de polémicas decisiones de una junta que, aunque en su mayoría inexperta en la dirigencia deportiva, se atrevió a cambiarle la cara al manejo de la institución.
Como antecedente, veníamos de casi diez años de la administración del “canciller” Humberto Arias, diez años que nos devolvieron la alegría de los campeonatos luego de una sequía de más de dos décadas. Durante ese periodo se regresó al cenit del fútbol sudamericano llegando por segunda vez a la final de la Libertadores, se surtió el fútbol de América latina y Europa con jugadores de calidad y se impulsó el ambicioso proyecto del estadio que hoy ya es una realidad vestida de verde y blanco en Palmaseca. Diez años que, sin embargo, culminaron con un desgaste pocas veces antes visto en la institución, con una administración que lamentablemente perdió el rumbo al final de su gestión tratando tal vez de recuperar lo ganado en sus comienzos, y dejándonos a las puertas de una crisis que inevitablemente explotó en manos de sus sucesores.
A finales del 2005, cuando la mejor institución deportiva del país se conformaba con ser uno más de los equipos que negociaban angustiosamente hasta la última fecha su pase a los cuadrangulares, cuando impávida miraba cómo equipos muy lejos de su jerarquía se alzaban con campeonatos efímeros, cuando soportaba con cortas rachas de aceptable rendimiento mezcladas con buena suerte la pesada crisis que traía a sus espaldas, cuando la frustración de la hinchada crecía exponencialmente semestre tras semestre por los cambios en la dirección técnica y en la nómina que no hacían más que acrecentar la pérdida de identidad deportiva e institucional, los socios del Deportivo Cali por decisión democrática le dieron la oportunidad a un nuevo grupo de directivos encabezados por el Presidente Rodrigo Otoya.
La nueva junta, primípara en el manejo de instituciones deportivas pero ampliamente reconocida por su éxito en la industria colombiana, quiso combinar sus conocimientos empresariales con el amor por la verdiblanca y manejar el equipo de una manera normal. Actuando de una manera consecuente, hicieron lo que normalmente una junta directiva de cualquier empresa debe hacer: trazar unos planes para conseguir unas metas definidas y ceñirse estrictamente a su pensamiento. Es paradójico cómo en nuestro medio actuar de manera normal, con sentido común sea la excepción a la regla y peor aun, sea visto con extrañeza y criticado por quienes se mueven en el ambiente.
Paso a paso, dentro de las limitaciones de tiempo que el sistema de dos campeonatos da y tomando a veces decisiones apresuradas por la inexperiencia en el campo, se puso en marcha un proceso que tuvo su crisis mas alta con la eliminación del equipo de las finales por primera vez en muchos años. Esta crisis significó no solo el rechazo de la mayoría de la hinchada causada por la miopía que por naturaleza acompaña el fanatismo y no deja ver más allá de los resultados inmediatos, sino también de la prensa especializada que aprovechó el momento de debilidad de la institución para desquitarse porque la junta desde que asumió la dirección no se comprometió con ellos, no le dio trato especial y apoyó medidas impopulares ante la prensa como los entrenamientos a puerta cerrada.
En ese momento, pese al chaparrón, o más bien al diluvio, cuando se exigía su cabeza como la de los reyes tiranos al mejor estilo de la Revolución Francesa, la junta fue firme a sus principios, siguió convencida del éxito de sus planes y trabajó con más ahínco y con la seriedad y honestidad que siempre demostró ante la hinchada azucarera.
Hoy por hoy, la situación es normal, una junta que tuvo la valentía de hacer la fácil, la del sentido común, la difícil de hacer en Colombia, generó finalmente el ambiente propicio para que todos los que dependen de su administración pudieran desempeñarse de la mejor manera y vivir el momento de exaltación que hoy acoge a toda la familia verdiblanca y que hace casi diez años no inundaba nuestros corazones. Esa emoción que el sábado nos unió junto al presidente en un eufórico grito de Gol cuando la pelota, acariciada por Serginho, Caracho y Carrillo, hizo carambola en el poste del Atanasio y se anidó en la red opuesta y para siempre en nuestra memoria.
Volvimos a la normalidad, lo cual en este país de la Virgen de Chiquinquirá, pero que para mí siempre será del Sagrado Corazón, resulta extraordinario. Es normal que el Deportivo Cali sea el líder del campeonato y demuestre supremacía sobre sus rivales. Es normal que el orden y la planeación seria lleven a resultados positivos. Es normal que la junta pase a un segundo plano y que deje de ser protagonista porque al fin indica que la calma volvió a la institución y a los corazones verdes. Extraordinario!!!!
--------SUPLEMENTO--------
EL BLOG NOS UNE EN LA CAPITAL DEL MUNDO (crónica)
por Aredes
A eso de las 2 de la tarde me enfundé la armadura verde, la misma que me vió celebrar la consecución de la séptima estrella del cielo verdiblanco, la misma que seis meses después me vio sumido en la tristeza por dos penaltis errados en el Morumbí. Armado de cámara digital y de una ansiedad enorme por revivir en esta tierra extranjera épocas pasadas en suelo colombiano inicié junto con mi amada cómplice de andanzas por el mundo la peregrinación hacia el corazón de Queens, reducto colombiano en la ciudad de Nueva York. El viaje que por un poco más de dos horas nos llevó del sur de New Jersey hasta la capital del mundo estuvo repleto de nostalgia por las memorias de múltiples episodios en el Pascual y en el Campín.
Habrían pasado las cuatro y media cuando llegamos a La Cazuela, sitio predeterminado de reunión donde se respira desde afuera el aroma del Deportivo Cali que evoca en los hinchas caleños los cañaduzales del Valle del Cauca. Dos chicas, una de unos 4 años y una adolescente nos dieron la bienvenida enfundadas en camisas del glorioso de la Sultana (luego supe que eran las hijas de Diego). Una vez adentro conocimos al fin a los primeros dos integrantes del blog de la cultura alternativa: Germán Quintero con su pinta inconfundible de periodista deportivo haciendo chistes sobre la narcomecha entre algunos de los camareros del lugar, y Diego Cazuela, vestido todo de verde y dándonos la bienvenida como anfitrión de la noche. Acto seguido llegaron Andricio y su complemento y minutos mas tarde Donald. El preámbulo del partido estuvo plagado de memorias del equipo amado, combinado con experiencias personales, datos sobre la ubicación de cada uno y más memorias del Deportivo Cali.
El tiempo, que transcurrió vertiginosamente, no se cómo nos sorprendió agrupados al frente de la pantalla gigante para el pitazo inicial y la casi inmediata celebración de júbilo por la anotación de Serginho a pase maestro de el Vive, e instantes después ante la explosión de la celebración del segundo gol de Carrillo. Ahí supimos que estábamos frente a un mounstro de equipo que nos pertenecía. Luego vinieron los elogios para todos los jugadores, sobre todo a los zagueros que se multiplicaban en el fondo para inutilizar los lánguidos ataques del Nacional, el alborozo, los saltos de Diego para “acompañar a los muchachos de la barra” que la televisión mostraba contrastando con las largas caras de los paisas asistentes al estadio.
Vino después el apetitoso menú, cada quien con su elección pero curiosamente pude notar un denominador común en los platos: cazuela de mariscos con BANDEJA PAISA, chuleta con BANDEJA PAISA, pero el más curioso fue el mío: bandeja paisa con BANDEJA PAISA. Promediando el primer tiempo se nos unieron dos almas más, un conocido de Germán que esta en proceso de reclutamiento para el blog y el profesor Verdemar con toda su adorable y numerosa familia, quien se unió de inmediato al grupo como si nos conociéramos de siempre.
El segundo tiempo se vivió con un poco mas de nerviosismo, pero siempre amenizados con simpáticos comentarios como la adivinanza de Diego “¿Cuáles son los dos animales que tienen el mismo apellido?”… alguien gritó “El Tigre y el Chiguiro”.
Finalizado el partido llegaron los abrazos de alegría entre quienes compartimos el sentimiento azucarero, con la convicción de que no será el último encuentro y fuimos evacuando de uno en uno el lugar hasta pasadas las nueve.
Antes de volver al sur de New Jersey hicimos la obligatoria parada en Manhattan, en el café de Juan Valdez en Times Square, donde la gloriosa camiseta verde pudo pasear orgullosa una vez más luego de la victoria, como tantas veces ya lo había hecho en la sexta de Cali y en las afueras de El Campín, pero ésta vez bajo el cielo de las luminosas calles del centro de la capital del mundo.
En tan solo seis juegos el DeporCali 2007 nos ha llevado del infierno al cielo, de la vergonzosa eliminación a la cima de la tabla, ha escalado de nuevo al puesto que le pertenece por su condición de equipo modelo del fútbol colombiano.
Detrás del excelente desempeño deportivo que cada fin de semana nos hace añorar el siguiente encuentro, del impresionante despliegue físico de la bien aceitada máquina verde del profesor Olarriaga y detrás de los atrevidos planteamientos tácticos con que Labruna nos viene deleitando semana tras semana, casi ya inadvertidas y olvidadas están una seguidilla de polémicas decisiones de una junta que, aunque en su mayoría inexperta en la dirigencia deportiva, se atrevió a cambiarle la cara al manejo de la institución.
Como antecedente, veníamos de casi diez años de la administración del “canciller” Humberto Arias, diez años que nos devolvieron la alegría de los campeonatos luego de una sequía de más de dos décadas. Durante ese periodo se regresó al cenit del fútbol sudamericano llegando por segunda vez a la final de la Libertadores, se surtió el fútbol de América latina y Europa con jugadores de calidad y se impulsó el ambicioso proyecto del estadio que hoy ya es una realidad vestida de verde y blanco en Palmaseca. Diez años que, sin embargo, culminaron con un desgaste pocas veces antes visto en la institución, con una administración que lamentablemente perdió el rumbo al final de su gestión tratando tal vez de recuperar lo ganado en sus comienzos, y dejándonos a las puertas de una crisis que inevitablemente explotó en manos de sus sucesores.
A finales del 2005, cuando la mejor institución deportiva del país se conformaba con ser uno más de los equipos que negociaban angustiosamente hasta la última fecha su pase a los cuadrangulares, cuando impávida miraba cómo equipos muy lejos de su jerarquía se alzaban con campeonatos efímeros, cuando soportaba con cortas rachas de aceptable rendimiento mezcladas con buena suerte la pesada crisis que traía a sus espaldas, cuando la frustración de la hinchada crecía exponencialmente semestre tras semestre por los cambios en la dirección técnica y en la nómina que no hacían más que acrecentar la pérdida de identidad deportiva e institucional, los socios del Deportivo Cali por decisión democrática le dieron la oportunidad a un nuevo grupo de directivos encabezados por el Presidente Rodrigo Otoya.
La nueva junta, primípara en el manejo de instituciones deportivas pero ampliamente reconocida por su éxito en la industria colombiana, quiso combinar sus conocimientos empresariales con el amor por la verdiblanca y manejar el equipo de una manera normal. Actuando de una manera consecuente, hicieron lo que normalmente una junta directiva de cualquier empresa debe hacer: trazar unos planes para conseguir unas metas definidas y ceñirse estrictamente a su pensamiento. Es paradójico cómo en nuestro medio actuar de manera normal, con sentido común sea la excepción a la regla y peor aun, sea visto con extrañeza y criticado por quienes se mueven en el ambiente.
Paso a paso, dentro de las limitaciones de tiempo que el sistema de dos campeonatos da y tomando a veces decisiones apresuradas por la inexperiencia en el campo, se puso en marcha un proceso que tuvo su crisis mas alta con la eliminación del equipo de las finales por primera vez en muchos años. Esta crisis significó no solo el rechazo de la mayoría de la hinchada causada por la miopía que por naturaleza acompaña el fanatismo y no deja ver más allá de los resultados inmediatos, sino también de la prensa especializada que aprovechó el momento de debilidad de la institución para desquitarse porque la junta desde que asumió la dirección no se comprometió con ellos, no le dio trato especial y apoyó medidas impopulares ante la prensa como los entrenamientos a puerta cerrada.
En ese momento, pese al chaparrón, o más bien al diluvio, cuando se exigía su cabeza como la de los reyes tiranos al mejor estilo de la Revolución Francesa, la junta fue firme a sus principios, siguió convencida del éxito de sus planes y trabajó con más ahínco y con la seriedad y honestidad que siempre demostró ante la hinchada azucarera.
Hoy por hoy, la situación es normal, una junta que tuvo la valentía de hacer la fácil, la del sentido común, la difícil de hacer en Colombia, generó finalmente el ambiente propicio para que todos los que dependen de su administración pudieran desempeñarse de la mejor manera y vivir el momento de exaltación que hoy acoge a toda la familia verdiblanca y que hace casi diez años no inundaba nuestros corazones. Esa emoción que el sábado nos unió junto al presidente en un eufórico grito de Gol cuando la pelota, acariciada por Serginho, Caracho y Carrillo, hizo carambola en el poste del Atanasio y se anidó en la red opuesta y para siempre en nuestra memoria.
Volvimos a la normalidad, lo cual en este país de la Virgen de Chiquinquirá, pero que para mí siempre será del Sagrado Corazón, resulta extraordinario. Es normal que el Deportivo Cali sea el líder del campeonato y demuestre supremacía sobre sus rivales. Es normal que el orden y la planeación seria lleven a resultados positivos. Es normal que la junta pase a un segundo plano y que deje de ser protagonista porque al fin indica que la calma volvió a la institución y a los corazones verdes. Extraordinario!!!!
--------SUPLEMENTO--------
EL BLOG NOS UNE EN LA CAPITAL DEL MUNDO (crónica)
por Aredes
A eso de las 2 de la tarde me enfundé la armadura verde, la misma que me vió celebrar la consecución de la séptima estrella del cielo verdiblanco, la misma que seis meses después me vio sumido en la tristeza por dos penaltis errados en el Morumbí. Armado de cámara digital y de una ansiedad enorme por revivir en esta tierra extranjera épocas pasadas en suelo colombiano inicié junto con mi amada cómplice de andanzas por el mundo la peregrinación hacia el corazón de Queens, reducto colombiano en la ciudad de Nueva York. El viaje que por un poco más de dos horas nos llevó del sur de New Jersey hasta la capital del mundo estuvo repleto de nostalgia por las memorias de múltiples episodios en el Pascual y en el Campín.
Habrían pasado las cuatro y media cuando llegamos a La Cazuela, sitio predeterminado de reunión donde se respira desde afuera el aroma del Deportivo Cali que evoca en los hinchas caleños los cañaduzales del Valle del Cauca. Dos chicas, una de unos 4 años y una adolescente nos dieron la bienvenida enfundadas en camisas del glorioso de la Sultana (luego supe que eran las hijas de Diego). Una vez adentro conocimos al fin a los primeros dos integrantes del blog de la cultura alternativa: Germán Quintero con su pinta inconfundible de periodista deportivo haciendo chistes sobre la narcomecha entre algunos de los camareros del lugar, y Diego Cazuela, vestido todo de verde y dándonos la bienvenida como anfitrión de la noche. Acto seguido llegaron Andricio y su complemento y minutos mas tarde Donald. El preámbulo del partido estuvo plagado de memorias del equipo amado, combinado con experiencias personales, datos sobre la ubicación de cada uno y más memorias del Deportivo Cali.
El tiempo, que transcurrió vertiginosamente, no se cómo nos sorprendió agrupados al frente de la pantalla gigante para el pitazo inicial y la casi inmediata celebración de júbilo por la anotación de Serginho a pase maestro de el Vive, e instantes después ante la explosión de la celebración del segundo gol de Carrillo. Ahí supimos que estábamos frente a un mounstro de equipo que nos pertenecía. Luego vinieron los elogios para todos los jugadores, sobre todo a los zagueros que se multiplicaban en el fondo para inutilizar los lánguidos ataques del Nacional, el alborozo, los saltos de Diego para “acompañar a los muchachos de la barra” que la televisión mostraba contrastando con las largas caras de los paisas asistentes al estadio.
Vino después el apetitoso menú, cada quien con su elección pero curiosamente pude notar un denominador común en los platos: cazuela de mariscos con BANDEJA PAISA, chuleta con BANDEJA PAISA, pero el más curioso fue el mío: bandeja paisa con BANDEJA PAISA. Promediando el primer tiempo se nos unieron dos almas más, un conocido de Germán que esta en proceso de reclutamiento para el blog y el profesor Verdemar con toda su adorable y numerosa familia, quien se unió de inmediato al grupo como si nos conociéramos de siempre.
El segundo tiempo se vivió con un poco mas de nerviosismo, pero siempre amenizados con simpáticos comentarios como la adivinanza de Diego “¿Cuáles son los dos animales que tienen el mismo apellido?”… alguien gritó “El Tigre y el Chiguiro”.
Finalizado el partido llegaron los abrazos de alegría entre quienes compartimos el sentimiento azucarero, con la convicción de que no será el último encuentro y fuimos evacuando de uno en uno el lugar hasta pasadas las nueve.
Antes de volver al sur de New Jersey hicimos la obligatoria parada en Manhattan, en el café de Juan Valdez en Times Square, donde la gloriosa camiseta verde pudo pasear orgullosa una vez más luego de la victoria, como tantas veces ya lo había hecho en la sexta de Cali y en las afueras de El Campín, pero ésta vez bajo el cielo de las luminosas calles del centro de la capital del mundo.
Etiquetas: deportivo cali, junta, nueva york, otoya
<< a Obelisco