Obelisco - Cultura Alternativa del Fútbol - Deportivo Cali

miércoles, agosto 23, 2006

Partido memorable



Eran los tiempos de Joaquín Sánchez, "Cunda" Valencia, Iroldo Rodriguez de Oliveira y otros más que no recuerdo. Como refuerzos de última hora llegaron Sanclemente, Ricardo Pegnoty y el arquero Olmos, un gordo que nunca me convenció. El Cali de ese entonces, bajo la direccion de Don Pancho Villegas, un zorro trotamundos, jugaba con la seguridad y presteza que los campeones sabían lucir.



Era la época de las estrellas del medio campo; jugadores cerebrales que nutrían a cuatro delanteros, sin olvidarse ellos mismos de hacer goles y apoyar a la defensa. Los tiempos del 4-2-4 y el esquema apéndice del 4-3-3. Conseguir la corona por primera vez no es la grata recordación gestora de estas líneas. Fue un partido, en el cual los contendores fueron el Cali y el América, los enconados rivales del clásico vallecaucano.

Ricardo Pegnoty, el armador, el cerebro del equipo fue sometido a un brutal castigo para no permitir su labor directora dentro del campo. Un jugador del América, cuyo nombre no recuerdo, lo marcó al centímetro. Se encargó de patear en forma contínua a ese recio mediocampista verde; digo recio porque las patadas recibidas durante todo el partido, ni lograron doblegarlo, ni lo sacaron de casillas. La táctica roja había dado resultado hasta el minuto ochenta del partido. Con esta estrategia miserable, el Cali no se encontraba en la cancha, había sido incapaz de anotar; los rojos lo aventajaban por dos goles.

Al verdugo de Pegnoty se le fué la mano. El árbitro lo expulsó. Hubo un escándalo de la madonna en la gramilla y en las graderías, pero él sostuvo su decisión. Sin este martirio, Pegnoty, tuvo tiempo para recapacitar, para organizar el equipo entero, para ser el capataz. Repartió pelotas increíbles y el primer gol vino en cosa de minutos. La multitud animó al equipo, los jugadores parecían poseídos y empataron el partido. Fué la fiesta de la locura. Celebrando el segundo gol, los caleños fueron sorprendidos con el tercero del triunfo. Fue el paroxismo del delirio masivo. La paridad hubiera sido suficiente.

Los fanáticos de ambos bandos no podían creer lo visto. Desconcertados unos por una vistoria inesperada, eufóricos otros, al saborear una victoria que parecía imposible.

Hubo otros perdedores y otros ganadores al final de estos diez minutos angustiosos. Como la puerta del estadio se abre diez minutos antes del partido, los pesimistas abandonaron el estadio y no saborearon la miel del triunfo. Los apostadores a favor del Cali se marcharon creyendo su doble derrota. Algunos seguidores del América se fueron optimistas, creyendo haber visto otra victoria inobjetable. Los apostadores del América se fueron tristes, pero se fueron con las manos llenas. Los que esperaban "puerta libre" vieron un final digno de una novela, de una película, de un verso..

Ese pasado
compuesto en la memoria,
contínuo
seductor
de lágrimas,
estrella fugaz
de la sonrisa.

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