ASI ES COMO RECUERDO LA 6a.
POR LA PUNTA IZQUIERDA
Por: Tigrebenitez.
Por estos días estamos cumpliendo 10 años de la sexta estrella Verde. Pasó casi una generación, veinte y tantos años para volver a bordar una nueva constelación en el escudo amado.
Lo recuerdo como si fuera ayer.
Tras una combinación de resultados, en la penúltima fecha, si mi Cali le ganaba a Millonarios en Bogotá, éramos campeones. En aquella tarde fui tan osado que me llevé a mi mamá al Campín a ver el título. ¡Hoy no se puede ir ni siquiera con escolta! Lástima, perdimos 3-1 aquel domingo, pero nos llevamos el recuerdo de un derechazo impresionante de "Orejitas" Pérez desde 30 mts para el gol del descuento, así como la esperanza de que el miércoles siguiente, ante Nacional en Cali daríamos la vuelta.
El miércoles a las 6:00 am tomé el primer vuelo a Cali y a las 9:00 am ya estábamos reunidos con algunos amigos precelebrando, ¡calentando motores! A las 5:00 pm para el estadio y lógico, algunos de ellos ya estaban pasmados o con guayabo como resultado de los tragos de las primeras horas del día. Por el contrario yo, aun no me explico cómo, me sentía bien. Ocupamos lugares en el segundo piso. En el video que conservo del partido, observo mi bandera tendida sobre la baranda de occidental, testimonio imborrable de que allí estuve.
Después de casi 2 horas de espera en la tribuna y cansados de gritar y alentar, apareció mi verde del alma, que Bombonera ni que Monumental argentinos, el Pascual estaba como nunca. Quienes allí estuvieron no me dejan mentir, qué fiesta, qué colorido, luces y papeles a granel.
Cuando apenas los equipos se acomodaban en la cancha, Juan Pablo Ángel, desobedeciendo a sus cualidades y calidades, se equivocó y ese día sí la embocó para el 0-1 en contra.
Contrario a lo que hacemos los hinchas generalmente, en vez de silencio, ese día alentamos de inmediato al equipo. No se cómo las 52.000 almas arrancamos con pasión a animar al equipo por el empate, incluidos mis amigos enguayabados que tras el gol en lugar de morirse definitivamente, reverdecieron para sumarse a los coros.
Los jugadores recibieron ese impulso venido desde la tribuna, pasaron unos pocos minutos y penal a favor: zurdazo del otrora “ídolo” No. 22 a la mano izquierda del arquero Higuita y ¡¡¡¡¡¡¡Veeeeeerde!!!!!!!, como diría Benjamín Cuello. 1-1.
La fiesta continuó y a los pocos minutos de haber ingresado a la cancha, Hamilton "El Tulipán", de cabeza, al borde de las 5.50, puso el 2-1. En ese momento rugieron las estructuras del Pascual para acompañar el canto del gol que nos acercaba al título.
Santander Ospina, recuerdo, estaba impasable por arriba, se jugaba ya el segundo tiempo y el único balón que dejó pasar fue un centro de costado que en la mitad del área chica amortiguó elegantemente de pecho el inolvidable Andrés Estrada para definir de volea e inflar la red: 3-1. Recuerdo especialmente, la forma histérica como sacudía su emparamada camiseta, la No. 8. Pocos goles los del Gallo, pero ese, sin duda, ¡fue el mejor!La alegría por el 3-1- fue inmensa, esa noche de miércoles.
Los resultados en otras plazas no se dieron y la fiesta debió ser aplazada porque con el simple empate el domingo seríamos campeones por 6ª oportunidad.
Esos días en CALI eran un carnaval total, no era diciembre, pero ello no importaba, debajo de las piedras salían hinchas verdes por doquier, en los semáforos se vendían ponchos, escudos, camisetas, gorras y todo tipo de souveniers del verde. Los autos llevaban en sus ventanas banderines que al viento anunciaban la épica victoria.
Si la previa del miércoles fue “etilizada” la del domingo no lo fue menos, con un agravante: el partido fue a las 11:00 am, bajo el sol radiante del medio día, el guayabo del sábado y los nervios de punta: nos tocaba definir frente al diablo.
Ese día, confieso, la tensión, los nervios y los goles de Millonarios en Medellín no me dejaron levantar de la silla, estaba inmóvil, absolutamente pasmado. Pasaban los minutos y el pitazo final estaba cerca, puntazo cruzado del Ferry Zambrano y Calero con las uñas desvió lo que hubiera sido la hecatombe porque ese gol le daba el título al Millonarios de Prince.
Pecoso sacó al 22, quien le rogaba en los últimos minutos a la policía que abriera las puertas que desde occidental primer piso conducen a la cancha. Los policías, desde luego, no podían hacerlo y no lo hicieron. Igual no hizo falta. Los que estábamos en esa tribuna, comenzamos a empujar y mover la malla para meternos a la cancha, si señores, lo confieso, ¡qué pena!, pero no me arrepiento: FUI UNO DE LOS MILES DE AFORTUNADOS QUE INVADIMOS LA CANCHA.
Sonó el pito, ¡CALI CAMPEÓN! y saltamos a la cancha llenos de emoción, no sabíamos por qué, ni a qué pero saltamos a la cancha. Llegamos al arco norte, nos subimos y logré obtener un trozo de la malla que conservo como un tesoro. A los 20 minutos salí con mis amigos y subimos hasta el 3er piso del Pascual a ver la fiesta desde arriba.
Las tribunas llenas, la cancha igual. Testimonio eterno es la famosa foto que está colgada en sitio de honor en la sede. Nadie sabe como se multiplicó la gente, ni idea de donde salieron tantos hinchas en unos pocos minutos.
Ese día estuve allí, en la cancha, fui un hincha más de los miles que llenamos el Pascual. Esa final y el partido del miércoles anterior ante Nacional son recuerdos hermosos de mi Cali del alma. De pronto tengo muchas imprecisiones, he olvidado u omitido hechos importantes, pido me disculpen, pero es así como yo la recuerdo.
¿Cómo la recuerdan ustedes?
Chau.
<< a Obelisco